El
origen de esta costumbre viene de los antiguos egipcios, quienes acostumbraban
regalarse en ocasiones especiales, huevos decorados por ellos mismos. Los
decoraban con pinturas que sacaban de las plantas y el mejor regalo era el
huevo que estuviera mejor pintado. Ellos los ponían como adornos en sus casas.
Cuando
Jesús se fue al cielo después de resucitar, los primeros cristianos fijaron una
época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes de la fiesta de Pascua, en la
que todos los cristianos debían hacer sacrificios para limpiar su alma. Uno de
estos sacrificios era no comer huevo durante la Cuaresma. Entonces, el día de
Pascua, salían de sus casas con canastas de huevos para regalar a los demás
cristianos. Todos se ponían muy contentos, pues con los huevos recordaban que
estaban festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús.
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