del libro Joiuen Tsoneka (leyendas
tehuelches) de Mario Echeverría Baleta
Koonek, la anciana hechicera de la
tribu estaba demasiado agotada para continuar caminando hacia el norte, el
invierno estaba próximo y había que buscar lugares donde no faltara la caza.
Como era habitual en estos casos, se le construyó un buen kau y se le dejó
abundante comida , pero seguramente no le alcanzaría para todo el invierno.
Para esa época no existían los caballos ni los calafates. Quedó totalmente
sola, hasta los pájaros emigraron con la llegada de las primeras nieves, pero
ella subsistió inexplicablemente. A la llegada de la primavera se asomaron las
primeras golondrinas, algunos chorlos y unas inquietas ratoneras. Koonek les
increpó la actitud por haberla dejado sola, sumida en el silencio, a los que
las avecillas respondieron que ello se debía a que durante el invierno no
tenían donde resguardarse del viento y del frío, además en el otoño el alimento
les era escaso. Koonek, sin salir del toldo les respondió. –“Desde ahora en
adelante podrán quedarse, tendrán abrigo y alimento”. Cuando abrieron el kau,
la anciana hechicera ya no estaba, se había convertido en una hermosa mata
espinosa de perjumadas flores amarillas que al promediar el verano ya eran
moradas frutas de abundantes semillas. Los pájaros comieron sus frutos, también
los Tsonekas y desparramaron las semillas de aike en aike. Ya nunca más se
fueron las aves y las que se habían ido volvieron al enterarse. Por eso: “El
que come calafates, vuelve”.-
Koonek : calafate
Kau : Toldo, Casa
Tsonekas: nombre verdadero de los
llamados: Tehuelches, Aónikenk o chonkes
Aike Joiuen: leyenda